lunes, 24 de agosto de 2009

Espera....Larga espera...



Saca un cigarro. Lo enciende con un rápido movimiento de muñeca, y mira a izquierda y derecha. No le gusta, o al menos da la impresión de que no le gusta. Eso de estar parada, de pie, esperando. Parece una persona sin rumbo. Cree que los demás tienen un destino al que ir. Unos van a un café; otros, de regreso a casa. ¿Y ella? ¿Dónde va ella? O, mejor, ¿dónde no va?.

Ella se queda mirando fija en un punto, a lo lejos, y su boca apunta una sonrisa. Pero sólo apunta, porque vuelve a buscar el paquete de tabaco dentro de su bolso, visiblemente fastidiada.
Y es que opina que no le queda otra más que colocarse un nuevo pitillo entre los labios. Le parece que así el tiempo se consume más deprisa. O tal vez no. El caso es que quiere volver a fumar de nuevo, a grandes caladas, como lo hacen las mujeres que esperan.

Cuando se acerca la llama a la boca, un niño pasa en su bici junto a ella, a toda velocidad. La mujer se esfuerza por mantenerse en equilibrio sobre sus tacones, que acaban por quebrarse. Ella cae al suelo, con las medias rasgadas y los muslos al aire. No se mueve.
Se la ve contrariada. Duda. ¿Se levanta? ¿Pide ayuda? No sabe muy bien qué debe hacerse en ese tipo de situaciones. Nunca se ha visto en otra similar. No puede evitar pensar en la palabra “humillación”.
Arruga la frente, tal vez enfadada consigo misma por no saber
reaccionar con rapidez.

No le parece práctico intentar levantarse. Descarta el ponerse a luchar contra aquella corriente de piernas en movimiento que avanza por la acera. Por eso, se decide a gatear sobre las baldosas llenas de polvo, despacio, y termina por apoyar la espalda contra la pared.
A su lado, una cucaracha asustada corre a esconderse entre las rendijas de una pileta, y se encuentra con las innumerables colillas que acaba de consumir durante todos esos minutos de espera.
Están mezcladas con otras. Algunas aún recientes. Varias ya descoloridas y aplastadas hasta perder su forma original.

Excrementos de perro, chicles petrificados y unos cuantos cristales hechos añicos completan el cuadro marginal.
Un bodegón olvidado del que siente que ahora forma parte. Una escena invertida de la que ella ha pasado a ser protagonista.
Pero parece que no le importa demasiado. Da la impresión de que no se acuerda del tabaco. Y es que en vez de buscar otro cigarro, se sostiene con las manos la cabeza despeinada.
Observa cómo cientos de pies sin ojos se acercan para después alejarse de nuevo, sin hacer una pausa siquiera. Pero lo hace sin prestar demasiada atención, a decir verdad, como quien no tiene otra cosa mejor que hacer.

Delante de ella pasan mocasines, deportivas, zapatos con y sin hebilla, de punta, con cordones, bailarinas, botas de piel, tacones de aguja…
Distintos tipos de calzado que llevan a sus dueños hasta lugares concretos, en horas exactas. Un único sitio, un único momento. Unas coordenadas similares a aquellas por las que ahora se encuentra tirada en ese sucio rincón de la calle. El mismo desde el que sigue esperando. Porque la mujer espera todavía.
Sí, se diría que sí. Pero sólo por esperar, sin saber muy bien a qué.

Pobrecilla...

PD: -El calentamiento global está de puta madre– estaban comentando entre sí dos tíos de esos a los cuales se les llama metrosexuales en la piscina de mi urbanización -Así hace más sol y nos ponemos morenos-...
Les miré para ver si iban a reírse con carcajadas de mono o algo, pero no. Allí se quedaron tan panchos bronceando su piel, maravillados porque estaban ahorrándose la pasta del solarium al que solían ir, a la vez que se sentían de lo mas orgulloso por esa gran afirmación...
Necesito un Almax, las ardentías un dia me van a matar....

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